I
Si yo, en vista de que para nada mejor sirvo, me decidiera por fin a pechar con tan inútil carga, y emprendiera la tarea de cantar los fastos de nuestra colonia —revistiéndolos acaso con el purpúreo ropaje de un poema heroico-grotesco en octavas reales, según lo he pensado alguna vez en horas de humor negro—, tendría que destacar aquel banquete entre los más señalados acontecimientos de nuestra vida pública.
[...]
Hizo otros chistes, convidó a todo el mundo con insistencia, bebió como un bárbaro, repartió a los mozos del Club montones de dinero, y no ha parado hasta que, borracho como una cuba, cayó roncando sobre un diván. Allí sigue, todavía.
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Hizo otros chistes, convidó a todo el mundo con insistencia, bebió como un bárbaro, repartió a los mozos del Club montones de dinero, y no ha parado hasta que, borracho como una cuba, cayó roncando sobre un diván. Allí sigue, todavía.