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dissabte, 2 de juny del 2012

Carmen Laforet. Nada (1945)


Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado, y no me esperaba nadie.


[]


El aire de la mañana estimulaba. El suelo aparecía mojado con el rocío de la noche. Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa donde había vivido un año. Los primeros rayos del sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle de Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí.

dimarts, 24 d’abril del 2012

Arturo Pérez-Reverte. La piel del tambor (1995)


El pirata informàtic se infiltró en el sistema central del Vaticano once minutos antes de la medianoche. (...)

[]

(...) Unos ojos idénticos a los que Honorato Bonafé había visto por última vez antes de caer fulminado por la ira de Dios.
La Navata, noviembre de 1995

Juan Marsé. Ronda del Guinardó (1984)


El inspector tropezó consigo mismo en el umbral del sueño y se dijo adiós, vete al infierno. (...)

[]

(...) Rosita entró en el sombrio zaguán de la Casa silbando por oirse silbar, todavía con pelusilla de plumón en los dedos, los calcetines bailando en sus tobillos y la Moreneta en la cadera.

Juan Marsé. Un día volveré (1982)


Nestor tenía dieciséis años y aún llevaba la armónica sujeta al cinturón como si fuese una pistola.

[]

--Ya estoy, papá.
--Bien. Esconde la pistolita y vámonos.

Juan Marsé. Si te dicen que caí (1973)


Cuenta que al levantar el borde de la sábana que cubría al ahogado, revivió en la cenagosa profundidad de pantano de sus ojos abiertos un barrio de solares ruinosos y tronchados geranios cruzado de punta a punta silbidos de afilador, un remoto espejismo traspasado por el aullido azul de la verdad. (...)

[]

(...), ya ni arrestos mentales tenían para verse con la cara tapada por el pasamontañas y pistola en mano empujando la puerta giratoria de un Banco o colocando un explosivo. Hombres de hierro, forjados en tantas batallas, soñando como niños.

FIN

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diumenge, 25 de desembre del 2011

Santa Teresa de Jesús. La vida de la santa madre Teresa de Jesús y algunas de las mercedes que Dios le hizo escritas por ella misma (1562)


Jhs.

CAPÍTULO PRIMERO

El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastára, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecia, para ser buena. Era mi padre aficionado á leer buenos libros, i ansí los tenia de romance para que leyesen sus hijos. Estos, con el cuidado que mi madre tenia de hacernos rezar, y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos Santos, comenzó á despertarme de edad, á mi parecer, de seis ú siete años. Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud: tenian muchas. (...)

[]


(...) Plega el Señor, pues es poderoso, y si quiere puede, quiera en todo acierte yo á hacer su voluntada, y no primita se pierda esta alma, que con tantos artificios y maneras, y tantas veces, ha sacado Su Majestad de el infierno, y traido á sí. Amen.

Edició i pròleg de Vicente de la Fuente Pbro. 1882

divendres, 16 de desembre del 2011

Vicenç Navarro, Juan Torres López i Alberto Garzón Espinosa. Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España (2011)


Las causas de la crisis mundial
Para tratar de resolver cualquier tipo de problema hay que empezar por conocer las causas que lo han provocado. Hacer un buen diagnóstico de los males que aquejan a un paciente es el primer paso para sanarlo, e igualmente ocurre en el campo económico.

[…]

Y con ello terminamos este libro. Saludamos y celebramos las movilizaciones que están ocurriendo hoy en España, como el movimiento 15M, que valoramos muy positivamente y que junto con las recientes movilizaciones laborales prefiguran un futuro en que la razón, la solidaridad, la justicia y la democracia predominarán y terminarán con el dogma, las crisis que ha causado, la injusticia y la manipulación que la aplicación del neoliberalismo nos ha conducido y nos ha llevado al lugar donde estamos y del que la mayoría de la población desea salir.

dissabte, 3 de setembre del 2011

Juan Benet. Nunca llegarás a nada (1961)


Un inglés borracho al que encontramos no recuerdo dónde, y que nos acompañó durante varios días y quizá semanas enteras de aquella desenfrenada locura ferroviaria, llegó a decir —tras muchas noches de poco dormir y en el curso de cualquiera sabe qué mortecina, nocturna e interminable conversación— que no éramos sino unos pobres «deterrent» tratando en vano de sobrevivir. Luego dijo que no comprendía nada; preguntaba que por qué seguíamos empeñados en viajar sin sentido (tal vez por eso nos seguía) y pedía que le explicáramos mejor lo que pensábamos hacer, que —por favor— se lo dijéramos de una vez y claramente, porque de otra forma nos abandodaría siempre a nuestra triste suerte.


[...]



La habitación había sido ordenada; había hecho las maletas dejándolas abiertas. Junto a una chaqueta vuelta por el forro y encajadas junto a la tapa había metido con cuidado aquella media docena de tazas de café con las que, una vez, quisimos demostrar la espontaneidad de una aventura insensata.

divendres, 2 de setembre del 2011

Jorge Luis Borges. El Aleph (1945)

O God, I could be bounded in a
nutshell and count myself a King
of infinite space.

Hamlet, II, 2

But they will teach us that Eter-
nity is the Standing still of the
Present. Time, a Nunc-stans (ast the
Schools cal l it); which neither they,
not any else understand, no more
than they would a Hic-stans for an
Infinite greatnesse of Place.

Leviathan, IV, 46


La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hrcho me dolió, dió, al cabo de unas copas, una vindicación del hombre moderno.


[...]


¡Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.


A Estela Canto.

diumenge, 21 d’agost del 2011

José Zorrilla. Don Juan Tenorio (1844)

D. JUAN

¡Quál gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si, en concluyendo la carta,
no pagan caros sus gritos!


[...]


D. JUAN

¡Clemente Dios, gloria a Ti!
Mañana a los sevillanos
aterrará al creer que a manos
de mis víctimas caí.
Mas es justo; quede aquí
al universo notorio
que, pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
es el Dios de la clemencia,
el Dios de don Juan Tenorio.

dimarts, 8 de febrer del 2011

Pere Gimferrer. Rapsodia (2010)


Se ha desencuadernado por la mitad mi vida


[...]


somos protagonistas del fulgor

diumenge, 19 de desembre del 2010

Pedro Salinas. La voz a ti debida (1934)

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.


[...]


Y su afanoso sueño
de sombras, otra vez, será el retorno
a esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito.

dissabte, 13 de novembre del 2010

Francisco Ayala. Historia de macacos (1952)

I

Si yo, en vista de que para nada mejor sirvo, me decidiera por fin a pechar con tan inútil carga, y emprendiera la tarea de cantar los fastos de nuestra colonia revistiéndolos acaso con el purpúreo ropaje de un poema heroico-grotesco en octavas reales, según lo he pensado alguna vez en horas de humor negro, tendría que destacar aquel banquete entre los más señalados acontecimientos de nuestra vida pública.


[...]


Hizo otros chistes, convidó a todo el mundo con insistencia, bebió como un bárbaro, repartió a los mozos del Club montones de dinero, y no ha parado hasta que, borracho como una cuba, cayó roncando sobre un diván. Allí sigue, todavía.

dissabte, 21 d’agost del 2010

Pio Baroja. Las inquietudes de Santhi Andía (1911)

Las condiciones en que se desliza la vida actual hacen a la mayoría de la gente opaca y sin interés. (...)


[...]


Sí, yo me alegro de que mis hijos no quieran ser marinos... y, sin embargo...

José María de Pereda. Peñas arriba (1894)

Las razones en que mi tío fundaba la tenacidad de su empeño eran muy juiciosas, y me las iba enviando por el correo, escritas con mano torpe, pluma de ave, tinta rancia, letras gordas y anticuada ortografía, en papel de barbas comprado en el estanquillo del lugar. Yo no las echaba en saco roto precisamente; pero el caso, para mí, era de meditarse mucho, y por eso, entre alegar él y meditar y respondre yo, se fué pasando una buena temporada.


[...]


(...) Porque tan cabal, tan intensa, tan continua ha sido mi felicidad en ese tiempo, que a veces me espantan los temores de que no haya sido mi gratitud tan grande como el beneficio recibido, y un día me hiera la justicia de Dios en lo que más amo, para recordarme lo que le debo.

diumenge, 21 de febrer del 2010

Tomás Eloy Martínez. Santa Evita (1995)


1
"Mi vida es de ustedes"

Al despertar de un desmayo que duró más de tres días, Evita tuvo al fin la certeza de que iba a morir.


[...]


Hubo un momento en que me dije: Si no la escribo, voy a asfixiarme. Si no trato de conocerla escribiéndola, jamás voy a conocerme yo. En la soledad de Highland Park, me senté y anoté estas palabras: "Al despertar de un desmayo que duró más de tres días, Evita tuvo al fin la certeza de que iba a morir". Era una tarde impasible de otoño, el buen tiempo cantaba desafinando, la vida no se detenía a mirarme.

Desde entonces, he remado con las palabras, llevando a Santa Evita en mi barco, de una playa a la otra del ciego mundo. No sé en qué punto del relato estoy. Creo que en el medio. Sigo, desde hace mucho, en el medio. Ahora tengo que escribir otra vez.

diumenge, 20 de desembre del 2009

Miguel de Unamuno. Sant Manuel Bo, Màrtir (1930)


Si l'esperança que tenim posada en Crist no va més enllà d'aquesta vida, som els qui fem més llàstima de tots els homes.
Sant Pau: 1a Corints, 15, 19



Ara que el bisbe de la diocesi de Renada, a la qual pertany aquesta la meva estimada aldea de Valverde de Lucena, està, segons es diu, promovent el procés per a la beatificació del nostre don Manuel, o, millor, Sant Manuel Bo, que va ser pàrroc en aquesta, vull deixar aquí consignat,
a tall de confessió i només Deu sap, que no jo, amb quin destí, tot el que sé i recordo d'aquell varó matriarcal que va omplir tota la més endinsada vida de la meva ànima, que va ser el meu vertader pare espiritual, el pare del meu esperit, del meu, el d'Àngela Carballino.


[...]


Y ahora, antes de cerrar este epílogo, quiero recordarte, lector paciente, el versillo noveno de la Epístola del olvidado apóstol San Judas -¡lo que hace un nombre!-, donde se nos dice cómo mi celestial patrono, san Miguel Arcángel -Miguel quiere decir «¿Quién como Dios?», y arcángel, archimensajero-, disputó con el diablo -diablo quiere decir acusador, fiscal- por el cuerpo de Moisés y no toleró que se lo llevase en juicio de maldición, sino que le dijo al diablo: «El Señor te reprenda». Y el que quiera entender que entienda. Quiero también, ya que Ángela Carballino mezcló a su relato sus propios sentimientos, ni sé que otra cosa quepa, comentar yo aquí lo que ella dejó dicho de que si Don Manuel y su discípulo Lázaro hubiesen confesado al pueblo su estado de creencia, este, el pueblo, no les habría entendido. Ni les habría creído, añado yo. Habrían creído a sus obras y no a sus palabras, porque las palabras no sirven para apoyar las obras, sino que las obras se bastan. Y para un pueblo como el de Valverde de Lucerna no hay más confesión que la conducta. Ni sabe el pueblo qué cosa es fe, ni acaso le importa mucho. Bien sé que en lo que se cuenta en este relato, si se quiere novelesco -y la novela es la más íntima historia, la más verdadera, por lo que no me explico que haya quien se indigne de que se llame novela al Evangelio, lo que es elevarle, en realidad, sobre un cronicón cualquiera-, bien sé que en lo que se cuenta en este relato no pasa nada; mas espero que sea porque en ello todo se queda, como se quedan los lagos y las montañas y las santas almas sencillas asentadas más allá de la fe y de la desesperación, que en ellos, en los lagos y las montañas, fuera de la historia, en divina novela, se cobijaron.

dissabte, 6 de desembre del 2008

Francisco de Quevedo. La vida del Buscón (1626)


Capítulo primero. En que cuenta quién es y de dónde

Yo señor, soy de Segovia. Mi padre se llamó Clemente Pablo, natural del mismo pueblo; Dios le tenga en el cielo. Fue, tal como todos dicen, de oficio barbero; aunque eran tan altos sus pensamientos, que se corría de que le llamasen así, diciendo que el era tundidor de mejillas y sastre de barbas. Dicen que era de muy buena cepa, y, según él bebía, es cosa para creer.


[...]


(...) determiné, consultándolo primero con la Grajal, de pasarme a Indias con ella, a ver si, mudando mundo y tierra, mejoraría mi suerte. Y fueme peor, como v. m. verá en la segunda parte, pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres.

divendres, 5 de desembre del 2008

ANÒNIM. La vida del Lazarillo de Tormes (1554)


Cuenta Lázaro su vida y cúyo hijo fue


Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nascimiento fue dentro del rio Tormes, por la cual cusa tomé el sobrenombre; y fue desta manera: mi padre que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí. de manera que con verdad me puedo decir nascido en el río.


[...]


Esto fue el mesmo año que nuestro victorioso emperador de esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo en ella Cortes, y se hicieron grandes regocijos, como Vuestra Merced habrá oído. Pues en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna.

Leopoldo Alas. La regenta (1884-1885)

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte.

[...]

Abrió, entró y reconoció a la Regenta desmayada.
Celedonio sintió un deseo miserable, una perversión de la perversión de su lascivia; y por gozar de un placer estraño, o por probar si lo gozaba, inclinó el rostro asqueroso sobre el de la regenta y le besó los labios.
Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas.
Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.