Cuenta que al levantar el borde de la sábana que cubría al ahogado, revivió en la cenagosa profundidad de pantano de sus ojos abiertos un barrio de solares ruinosos y tronchados geranios cruzado de punta a punta silbidos de afilador, un remoto espejismo traspasado por el aullido azul de la verdad. (...)
[…]
(...), ya ni arrestos mentales tenían para verse con la cara tapada por el pasamontañas y pistola en mano empujando la puerta giratoria de un Banco o colocando un explosivo. Hombres de hierro, forjados en tantas batallas, soñando como niños.
FIN
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