divendres, 5 de desembre del 2008

Leopoldo Alas. La regenta (1884-1885)

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte.

[...]

Abrió, entró y reconoció a la Regenta desmayada.
Celedonio sintió un deseo miserable, una perversión de la perversión de su lascivia; y por gozar de un placer estraño, o por probar si lo gozaba, inclinó el rostro asqueroso sobre el de la regenta y le besó los labios.
Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas.
Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.