dimarts, 24 d’abril del 2012

Arturo Pérez-Reverte. La piel del tambor (1995)


El pirata informàtic se infiltró en el sistema central del Vaticano once minutos antes de la medianoche. (...)

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(...) Unos ojos idénticos a los que Honorato Bonafé había visto por última vez antes de caer fulminado por la ira de Dios.
La Navata, noviembre de 1995

Juan Marsé. Ronda del Guinardó (1984)


El inspector tropezó consigo mismo en el umbral del sueño y se dijo adiós, vete al infierno. (...)

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(...) Rosita entró en el sombrio zaguán de la Casa silbando por oirse silbar, todavía con pelusilla de plumón en los dedos, los calcetines bailando en sus tobillos y la Moreneta en la cadera.

Juan Marsé. Un día volveré (1982)


Nestor tenía dieciséis años y aún llevaba la armónica sujeta al cinturón como si fuese una pistola.

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--Ya estoy, papá.
--Bien. Esconde la pistolita y vámonos.

Juan Marsé. Si te dicen que caí (1973)


Cuenta que al levantar el borde de la sábana que cubría al ahogado, revivió en la cenagosa profundidad de pantano de sus ojos abiertos un barrio de solares ruinosos y tronchados geranios cruzado de punta a punta silbidos de afilador, un remoto espejismo traspasado por el aullido azul de la verdad. (...)

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(...), ya ni arrestos mentales tenían para verse con la cara tapada por el pasamontañas y pistola en mano empujando la puerta giratoria de un Banco o colocando un explosivo. Hombres de hierro, forjados en tantas batallas, soñando como niños.

FIN

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