(...)
Però és hora d'anar-nos-en: jo per morir, vosaltres per viure: Qui de nosaltres va a una millor sort, és obscur per a tothom, llevat del déu.
"La dificultat és començar. Per a l'imbècil no és cap dificultat, la ignora. Fabrica nens o llibres, fa UN nen, UN llibre en el qual multiplica, sense interrupció, nens i llibres. Tant li fa, de totes maneres, no pensa. L'imbècil no coneix la dificultat, s'aixeca, s'afaita, guanya el carrer, deixa que li portin per davant, tant li fa." Thomas Bernard. Tenebres p. 57.
Sale en lo alto de un monte ROSAURA en hábito de hombre, de camino, y en representando los primeros versos va bajando.
ROSAURA:
Hipogrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas te desbocas,
te arrastras y despeñas?
Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte
que yo, sin más camino
que el que me dan las leyes del destino,
ciega y desesperada,
bajaré la cabeza enmarañada
deste monte eminente
que arruga el sol el ceño de la frente.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas;
y apenas llega, cuando llega a penas.
Bien mi suerte lo dice;
mas ¿dónde halló piedad un infelice?
(…)
SEGISMUNDO:
¿Qué os admira? ¿Qué os espanta,
si fue mi maestro un sueño,
y estoy temiendo en mis ansias
que he de despertar y hallarme
otra vez en mi cerrada
prisión? Y cuando no sea,
el soñarlo sólo basta;
pues así llegué a saber
que toda la dicha humana,
en fin, pasa como sueño.
Y quiero hoy aprovecharla
el tiempo que me durare,
pidiendo de nuestras faltas
perdón, pues de pechos nobles
es tan propio el perdonarlas.
Considerant que el reconeixement de la dignitat inherent i dels drets iguals i inalienables de tots els membres de la família humana és el fonament de la llibertat, la justícia i la pau en el món,
Considerant que el desconeixement i el menyspreu dels drets humans han originat actes de barbàrie que han ultratjat la consciència de la humanitat; i que s'ha proclamat com l'aspiració més elevada de tothom l'adveniment d'un món on els éssers humans, deslliurats del temor i la misèria, puguin gaudir de llibertat d'expressió i de creença,
Considerant que és essencial que els drets humans siguin protegits per un règim de dret per tal que les persones no es vegin forçades, com a últim recurs, a la rebel·lió contra la tirania i l'opressió,
Considerant també que és essencial de promoure el desenvolupament de relacions amistoses entre les nacions,
Considerant que els pobles de les Nacions Unides han ratificat en la Carta llur fe en els drets humans fonamentals, en la dignitat i el valor de la persona humana i en la igualtat de dret d'homes i dones; i que han decidit de promoure el progrés social i millorar el nivell de vida dins d'una llibertat més àmplia,
Considerant que els Estats membres s'han compromès a assegurar, en cooperació amb l'Organització de les Nacions Unides, el respecte universal i efectiu dels drets humans i les llibertats fonamentals,
Considerant que una concepció comuna d'aquests drets i llibertats és de la més gran importància per al ple compliment d'aquest compromís,
L'Assemblea General
Proclama aquesta Declaració Universal de Drets Humans com l'ideal comú a assolir per a tots els pobles i nacions amb el fi que cada persona i cada institució, inspirant-se constantment en aquesta Declaració, promoguin, mitjançant l'ensenyament i l'educació, el respecte a aquests drets i llibertats i assegurin, amb mesures progressives nacionals i internacionals, el seu reconeixement i aplicació universals i efectius, tant entre els pobles dels Estats membres com entre els dels territoris sota la seva jurisdicció.
Tots els éssers humans neixen lliures i iguals en dignitat i en drets. Són dotats de raó i de consciència, i han de comportar-se fraternalment els uns amb els altres.
(...)
Res en aquesta Declaració no podrà interpretar-se en el sentit que doni cap dret a un Estat, a un grup o a una persona a emprendre activitats o a realitzar actes que tendeixin a la supressió de qualsevol dels drets i llibertats que s'hi enuncien.
O God, I could be bounded in a nutshell and count myself a King of infinite space.
Hamlet, II, 2
But they will teach us that Eternity is the Standing still of the Present Time, a Nunc-stans (ast the Schools call it); which neither they, nor any else understand, no more than they would a Hic-stans for an Infinite greatnesse of Place.
Leviathan, IV, 46
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa de la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estudiaría las circunstancias de sus muchos retratos. Beatriz Viterbo, de perfil, en colores; Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico; Beatriz, en Quilmes, con Delia San Marco Porcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regaló Villegas Haedo; Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo, la mano en el mentón... No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: libros cuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, meses después, que estaban intactos.
(…)
¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
─ No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
─ Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.
(…)
Sintió que unas manos le tocaban los hombros y enderezó el cuerpo, endureciéndolo.
─ Soy yo, don Pedro ─dijo Damiana─. ¿No quiere que le traiga su almuerzo?
Pedro Páramo respondió:
─ Voy para allá. Ya voy.
Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.
Nací hace ya muchos años ─lo menos cincuenta y cinco─ en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días ─de una lisura y una largura como usted para su bien, no puede ni figurarse─ de un condenado a muerte.
(…)
Dila vuelta para marchar. El suelo crujía. Mi madre se revolvió en la cama.
─ ¿Quién anda ahí?
Entonces sí que ya no había solución. Me abalancé sobre ella y la sujeté. Forcejeó, se escurrió... Momento hubo en que llegó a tenerme cogido por el cuello. Gritaba como una condenada. Luchamos; fue la lucha más tremenda que usted se puede imaginar. Rugíamos como bestias, la baba nos asomaba a la boca... En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil en la mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno... Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, el pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un momento en que con la boca me cazó un pezón -el izquierdo- y me lo arrancó de cuajo.
Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta...
La sangre corría como desbocada y me golpeó la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos.
La solté y salí huyendo. Choqué con mi mujer a la salida; se le apagó el candil. Cogí el campo y corrí, corrí sin descanso, durante horas enteras. El campo estaba fresco y una sensación como de alivio me corrió las venas.
Podía respirar...
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-Li-Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.
¿Tuvo Lolita una precursora? Por cierto que la tuvo. En verdad, Lolita no pudo existir para mí si un verano no hubiese amado a otra... «En un principado junto al mar.» ¿Cuándo? Tantos años antes de que naciera Lolita como tenía yo ese verano. Siempre puede uno contar con un asesino para una prosa fantástica.
Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que envidiaron los serafines de Poe, los errados, simples serafines de nobles alas. Mirad esta maraña de espinas.
(…)
Hace cincuenta y seis días, cuando empecé a escribir Lolita, primero en la sala de observación para psicópatas, después en esta reclusión bien caldeada, aunque sepulcral, pensé que emplearía estas notas in toto durante mi juicio, no para salvar la cabeza, desde luego, sino el alma. En plena tarea, sin embargo, comprendí que no podía exhibir a Lolita mientras viviera. Quizá use partes de esta memoria en sesiones herméticas, pero su publicación ha de diferirse.
Por motivos que quizá parezcan más evidentes de lo que son en realidad, me opongo a la pena capital. Confío que el juez comparta tal actitud. De haber comparecido ante mí mismo, habría condenado a Humbert a treinta y cinco años por violación y habría descartado el resto de las acusaciones. Pero aun así, Dolly Schiller me sobrevivirá sin duda muchos años. He tomado la siguiente resolución, con todo el sostén y el impacto legal de un testamento firmado:
Deseo que esta memoria se publique cuando Lolita ya no viva.
Ninguno de los dos vivirá, pues, cuando el lector abra este libro. Pero mientras palpite la sangre en mi mano que escribe, tú y yo seremos parte de la bendita materia y aún podré hablarte desde aquí hacia Alaska. Sé fiel a tu Dick. No dejes que otros tipos te toquen. No hables con extraños. Espero que quieras a tu hijo. Espero que sea varón. Que tu marido, así lo espero, te trate siempre bien, porque de lo contrario mi espectro irá hacia él, como negro humo, como un gigante demente, y le arrancará nervio tras nervio. Y no tengas lástima de C. Q. Había que elegir entre él y H. H. y era preciso que H. H. viviera a lo menos un par de meses más, para que tú vivieras después en la mente de generaciones venideras. Pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte. Y ésta es la única inmortalidad que tú y yo podemos compartir, Lolita.
¿Encontraría a
(…)
Era así, la armonía duraba increíblemente, no había palabras para contestar a la bondad de esos dos ahí abajo, mirándolo y hablándole desde la rayuela, porque Talita estaba parada sin darse cuenta en la casilla tres, y Traveler tenía un pie metido en la seis, de manera que lo único que él podía hacer era mover un poco la mano derecha en un saludo tímido y quedarse mirando a la Maga, a Manú, diciéndose que al fin y al cabo algún encuentro había, aunque no pudiera durar más que ese instante terriblemente dulce en el que lo mejor sin lugar a dudas hubiera sido inclinarse apenas hacia fuera y dejarse ir, paf se acabó.
* * *
— Punta d'alba.
— M'estranya que el guarda de la presó t'hagi volgut deixar entrar.
— Ens coneixem de venir sovint aquí, Sòcrates, i a més a més ha rebut de mi algunes gratificacions.
— Has arribat ara, o ja fa estona?
— Ja fa una estona.
— I doncs, per què no em despertaves de seguida, en comptes de seure en silenci al meu costat?
(...)
— (...) Sàpigues només que de tot això que ara em sembla, si parles en contra, parlaràs en va. Però si creus poder aconseguir res, parla.
— No tinc res a dir, Sòcrates.
— Deixa-ho córrer, doncs, Critó, i fem allò que jo dic, ja que el déu ens duu per aquesta via.
— Comenten que és així com cal, oh Sócrates, prendre part en el combat i en la guerra.
— És potser allò que diuen, que ens hem presentat a misses dites, acabada la festa?
— Sí, i una festa molt agradable, perquè Gòrgias ha fet una exposició àmplia i interessant.
— Doncs la culpa d’això, Cal·licles, la té aquest, Querefont, que ens ha fet quedar massa estona a l’àgora.
— No hi fa res, Sócrates, també seré jo qui ho arrangi. Gòrgias és amic meu, saps, de manera que si ho vols et farà la demostració ara mateix, i si no ho vols, en una altra ocasió.
— Què dius, Querefont? És que li plauria d’escoltar Gòrgias, a Sócrates?
— Si és per això que hem vingut!
— Bé, aleshores podeu acudir a casa meva quan ho vulgueu: Gòrgias s’hi està i dissertarà davant vostre.
— Ben dit, Cal·licles! Ara, s’hi avindrà, a conversar amb nosaltres? Perquè jo voldria assabentar-me per ell mateix de com és la força de l’art d’aquest home, de què fa professió i de què ensenya; la resta de la seva exposició ja la pot fer un altre dia, com tu has dit.
— No hi haurà res com inquirir-ho d'ell mateix, Sòcrates, perquè precisament ara era en aquest punt de la seva exhibició: ens deia que els qui som aquí li preguntéssim el que volguéssim, i assegurava que té resposta per a tot.
— Parles com un llibre! Querefont, fes-li una pregunta.
— I què li pregunto?
— Qui és.
— Què vols dir?
— És com si fos per casualitat un artesà del calçat: et diria, no ho dubtis, que és un sabater. Entens què vull dir?
(...)
— (…) Per tant, fem servir de guia el nostre raonament, que ara hem vist clar: ell ens assenyala que aquesta és la manera més assenyada d’existir, viure i morir practicant la justícia i qualsevol altra virtut. Sí, seguim-lo i exhortem-hi els altres, i no adoptem l’altre en el qual confies i al qual m’indueixes, perquè no val res, Cal·licles.
— Estimat Fedre, d’on véns i a on vas?
— Vinc de trobar-me amb Lísias, el fill de Cèfal, Sócrates, i me’n vais al passeig que hi ha fora muralles, hi he pasta una bella estona assegut, des de l’aurora. Segueixo el consell del nostre comú amic Acumen i banderejo pels camins; ell diu que no és tan cansat com fer-ho pels carrers.
(…)
— Així serà; ara anem-nos-en, Sòcrates, que la calor ja ha minvat.
— No s’escau primer de pregar els déus d’aquí, i després marxar?
— Sí, com no?
— Estimat Pan i tots els altres déus d’aquest lloc, concediu-me de tornar-me bell en el meu interior, i que allò que tinc exterior s’ajusti i sigui amic del meu interior. Que tingui per ric el qui és savi. I que tingui la suma de diners que no pugui dur i emportar-se´n un que no sigui prudent. Demanem alguna cosa més, Fedre? Perquè amb aquest prec jo ja en tinc prou.
— Demana això també per a mi, perquè els béns dels amics són comuns.
— Anem-nos-en.
— Ja saps que avui fas vint-i-un anys?
I en efecte: seria absurd de discutir-ho: avui compleixo vint-i-un anys. Dono una ullada circular. El meu pare menja en silenci, en un estat de perfecta normalitat. La meva mare no sembla pas estar tan nerviosa com sol habitualment. Com que en aquest país només se celebren els sants, la presència del pa de pessic i de la crema em fan malfiar. Em pregunto si han estat elaborats per celebrar realment el meu aniversari o per recordar-me que el balanç dels primers anys és absolutament negatiu,francament magre. Aquest retoc —penso— és tan natural! Tenir fills en forma d'incògnita, de nebulosa, ha d'ésser molt desagradable. La meva frivolitat, però, és tan gran, que ni el problema de consciència plantejat per les llaminadures és prou per a evitar que trobi el pa de pessic sabrosíssim i la crema literalment exquisida. Quan me'n serveixo més, la fredor augmenta d'una manera visible. Vint-i-un anys!
La família! Cosa curiosa i complicada...
A mitja tarda es posa a ploure —una pluja fina, densa, menuda, pausada. No fa gens d'aire. El cel, és gris i baix. Sento caure la pluja sobre la terra i els arbres del jardí. Fa una fressa sorda i llunyana —com la del mar a l'hivern. Pluja de març, freda, glacial. A mesura que va caient la tarda, el cel, de gris, es torna d'un blanc de gasa —lívid, irreal. Sobre el poble, pesant sobre els teulats, hi ha un silenci espès, un silenci que es palpa. La fressa de l'aigua que cau l'allarga en una música vaga. Sobre aquesta sonsònia, hi veig flotar la meva obsessió del dia: vint-i-un anys!
Canta, Musa, la ira funesta del fill de Peleu, Aquil·leu, ira que va causar als aqueus sofrences sens fi, va enfonsar a l'Hades, el món d'ultratomba, les ànimes valeroses de molts herois i, a ells, els va fer presa dels gossos i de tots els ocells de rapinya -s'acomplia el designi de Zeus!- des d'aquell primer dia que, havent-se barallat, el fill d'Atreu, Agamèmnon, rei d'homes, i el diví Aquil·leu van renyir.
En aquest llibre no pretenc explicar mitjançant hipòtesis les propietats de la llum, sinó presentar-les i provar-les mitjançant la raó i els experiments. Per això, proposo com a premisses les definicions i axiomes següents.
És molt fàcil assenyalar alguns dels nostres judicis quotidians, la veritat dels quals concerneix, sens dubte l’ètica. Sempre que diem, «en tal és un bon home», o «aquell individu és un bergant»; sempre que preguntem, «¿què hauria de fer?», «¿és erroni que faci això?»; sempre que aventurem observacions com «la temprança és una virtut i l’embriaguesa un vici», li correspon indubtablement a l’ètica discutir qüestions i afirmacions semblants i argüir quina és la resposta vertadera quan preguntem què és correcte de fer, i raonar per què pensem que allò que declarem del caràcter de les persones o de la moralitat de les accions és vertader o fals. En la gran majoria dels casos quan fem declaracions que enclouen algun dels termes «virtut», «vici», «deure», «correcte», «hauria de», «bo», «dolent», emetem judicis ètics, i si desitgem discutir la seva veritat discutirem un tema ètic.
Em cal, com tu, enfonsar-me al meu ocàs, com diuen els homes, entre els quals vull davallar.
Beneeix la copa que quasi es vessa, perquè en regali l'aigua d'or i escampi arreu l'esclat dels teus delits!
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben, aunque por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba «Quijana». Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad.